La tarea más importante para el gabinete consiste en
plantear las estrategias que deberán seguirse para impulsar una nueva
dinámica de crecimiento y bienestar para el país.
Gobernar implica una actitud de mesura
permanente; la inmensa responsabilidad que implica tomar decisiones para
la vida pública, presente y futura, exige de quien tiene el privilegio
de mandar, tener siempre mayores dudas que certezas.
Cuando se tiene el mando de las instituciones públicas, se está ante
un doble reto: ser capaz de responder a la coyuntura y, simultáneamente,
tener la capacidad de continuar con la hoja de ruta que se ha trazado
para alcanzar metas nacionales de mediano y largo plazos.
Hacerlo con éxito depende, en todo caso, de la capacidad que tiene el
grupo gobernante de llevar a cabo ejercicios permanentes de autocrítica
y de revisión detallada sobre cuáles son las prioridades que es urgente
atender; y cuáles son las decisiones estructurales que deben tomarse,
aun a costa de la popularidad.
Este artículo se está escribiendo a unas horas de que se dé a conocer
el contenido del Primer Informe de Gobierno de la Presidencia de la
República; y más allá de los avances que habrán de presentarse, la tarea
más importante para el gabinete consiste en plantear las estrategias
que deberán seguirse para impulsar una nueva dinámica de crecimiento y
bienestar para el país.
Para lograr lo anterior, una tarea fundamental consiste en determinar
cómo está hoy la nación respecto del estado en que se recibió hace
nueve meses. Es decir, el Gobierno de la República debe decidir si el
diagnóstico y, por lo tanto, los supuestos sobre los que se diseñaron
las líneas de acción al inicio de la administración, se sostienen.
Esta tarea debe reconocer también que la complejidad nacional e
internacional continúa profundizándose y transformándose constantemente;
que las variables en lo político, lo social, lo económico y hasta en lo
ambiental, están sujetas cada vez más a una lógica de incertidumbre
pero, sobre todo, que el tiempo para quienes viven las peores
condiciones de existencia se acabó desde hace varios años.
Esta condición debería llevar a quienes hoy tienen las más altas
responsabilidades en el ámbito de las políticas públicas, al ejercicio
de la duda como método de pensamiento y diseño de las decisiones, pues
lo que se percibe desde distintas esferas es que no se ha llevado un
ejercicio de reflexión y cuestionamiento en torno a los supuestos más
elementales para gobernar.
En el ámbito del combate a la pobreza, por citar sólo un ejemplo, un
crecimiento menor a 2% anual del PIB sitúa a millones de familias en una
severa tensión; y este sólo dato obligaría a replantear la meta en
torno a cuántas personas van a requerir la protección social del Estado,
ante la falta de oportunidades de empleo, los bajos salarios y la
precariedad de las prestaciones a que se tiene acceso en el mundo
laboral.
Llevar a México a su máximo potencial, como ha sido establecido en el
Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, requiere un gobierno capaz de
revisar críticamente, todo el tiempo, sus diagnósticos, objetivos,
procedimientos y sistemas de gestión, pero esto sólo puede llevarse a
cabo si existe una vocación de duda que permita siempre estar abierto a
reconsiderar los principales supuestos con base en los cuales se
establecen y definen pactos políticos, criterios para el desarrollo
económico y, sobre todo, se traza y se replantea la visión sobre el país
que se quiere ser.
*Director del CEIDAS, A. C.
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