Mario Luis Fuentes
Excelsior 08/07/2013 03:04
Considerar a la demografía en la discusión pública debe
permitir también comprender y asumir a cabalidad las diferencias
regionales que existen en nuestro país.
De acuerdo con la información del Consejo
Nacional de Población, en México hemos llegado en 2013 a una población
de prácticamente 118 millones de habitantes. Este dato confirma que, a
pesar de los avances, no se ha llegado al cumplimiento de la meta en lo
relativo a la tasa de fecundidad que fue considerado para este año.
Asimismo,
se estima que al cierre de junio, más de 80 millones de personas vivían
ya en ámbitos urbanos, es decir, en localidades con más de dos mil 500
habitantes; lo cual confirma la permanente tendencia de la migración de
lo rural a lo urbano.
El investigador emérito del SNI, Fernando
Cortés, explica que esa sola tendencia basta para asumir que el número
de pobres, en la nueva medición multidimensional de la pobreza habrá
aumentado de manera considerable. Esto, por el simple hecho de que la
línea del bienestar para las áreas urbanas es mucho más alta que la
determinada para las zonas rurales.
Como puede verse, el análisis
demográfico es esencial para la planeación y el diseño de políticas
públicas, capaces de garantizar el conjunto de derechos consagrados para
toda la población en nuestro texto constitucional.
Considerar a
la demografía en la discusión pública debe permitir también comprender y
asumir a cabalidad las diferencias regionales que existen en nuestro
país; por ejemplo, pensar en la denominada “relación hombres-mujeres”,
implica diferenciar a las zonas rurales de alta migración, en donde se
presentan contextos en los que hay apenas 60 hombres por cada 100
mujeres; en contraste con el promedio nacional, el cual es de
aproximadamente 95 por cada 100.
Aunque parezca obvio, parece
olvidarse en diferentes espacios, que un mayor número de habitantes
implica una mayor demanda de servicios y acceso a bienes públicos; y por
otra parte, también que una mayor población, sobre todo cuando es
mayoritariamente joven, constituye una oportunidad que debe aprovecharse
en términos de la enorme fuerza laboral disponible, la cual, de ponerse
en marcha, podría colocar a México entre los países más desarrollados
del mundo.
Los retos en términos demográficos son mayores. En los
próximos años la demanda de viviendas crecerá aceleradamente debido al
incremento de personas en edad de formar hogares; la presión sobre los
sistemas de seguridad social crecerá debido al incremento de personas
mayores de 65 años; mientras que se abrirán nuevos desafíos y
oportunidades para aprovechar infraestructura instalada, y pensar en
modelos como las escuelas de tiempo completo, o la generación de una
nueva red de servicios de guardería, y espacios para la recreación y
encuentro de niñas, niños y adolescentes.
La demografía, junto con
el territorio, deberá ser asumida en los próximos meses como los
principales criterios para la definición de las prioridades que habrán
de considerarse, en el momento en que inicie el debate sobre el
presupuesto de egresos de la Federación del año 2014.
Lo que en
todo caso no debe perderse de vista, ni en el Congreso ni en el
Ejecutivo federal; así como tampoco en los estados y municipios, es que
cuando se habla en abstracto de “la población”, en realidad se está
hablando de personas de carne y hueso, y de la posibilidad de garantizar
sus derechos; por ello lo que se encuentra en juego es nada menos que
la felicidad, la dignidad y la libertad de cada uno de nosotros
*Director del CEIDAS, A. C.
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