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lunes, 29 de julio de 2013

México, un país de pobres

por  Mario Luis Fuentes 
Excelsior, 29/07/2013


No debe perderse de vista que los datos de la pobreza deberán ser leídos en su justo contexto: una realidad social caracterizada por violencia, adicciones, padecimientos derivados de la obesidad y el sobrepeso y, en general, tendencias nacionales de morbilidad y mortalidad por causas en exceso evitables.

Hoy, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) presentará los resultados de la medición multidimensional de pobreza, 2012; más allá de la cifra absoluta que se presente y el esperado crecimiento en números absolutos, lo que habrá de confirmarse, de manera definitiva, es que México es un país de pobres.

Con lo anterior se revela también que a lo largo de los últimos años el país ha sido incapaz de reducir la pobreza, pero sobre todo, que se ha fracasado en la modificación de los factores estructurales que la promueven y reproducen.

Como ha pasado en la presentación de las mediciones previas, es probable que los nuevos datos sean acompañados de matices: reconociendo que hay retrocesos, pero también avances en la reducción parcial de algunas vulnerabilidades y rezagos: mayor cobertura (pero no más calidad) en salud, educación o en el acceso a servicios como el agua potable o el drenaje.

Al respecto es importante decir que si bien la medición de la pobreza se lleva a cabo con base en la Ley General de Desarrollo Social, en la que se establecen  los indicadores mínimos a ser considerados, éstos son a todas luces insuficientes para revelar el nivel de malestar social pues, sin duda, las carencias y las implicaciones que tienen en la vida cotidiana son mucho más severas y profundas que lo que el Coneval alcanzará a dimensionar.

No debe perderse de vista que los datos de la pobreza deberán ser leídos en su justo contexto: una realidad social caracterizada por violencia, adicciones, padecimientos derivados de la obesidad y el sobrepeso y, en general, tendencias nacionales de morbilidad y mortalidad por causas en exceso evitables.

Desde esta perspectiva, la pregunta que cobra mayor pertinencia es cómo abordará el gobierno federal las implicaciones de las cifras que se darán a conocer el día de hoy; a mi juicio, se trata de una gran oportunidad para aprovechar el momento y movilizar todas las capacidades y recursos del Estado mexicano y orientarlas al combate de la pobreza y la desigualdad.
Sería lamentable que al contrario de lo anterior, se buscara un “fraseo” que busque matizar la gravedad de la situación; o peor aún, que se busque adecuar el discurso para decirnos que con lo que ya se había decidido hacer basta para enfrentar los dilemas de la inequidad presente en todo el país.

Es justo decir también que las cifras que hoy conoceremos no son responsabilidad de este gobierno; que en realidad se trata de un “corte de caja” respecto a cómo la administración del presidente Peña recibió el país; pero también con ello, estas cifras se convierten en la “línea” basal para la evaluación del desempeño y resultados que esta administración deberá entregarnos.
Reconocernos como un país de pobres exige que todos: la sociedad organizada, los grupos financieros y económicos, los gobiernos estatales y municipales, asuman que no podemos seguir haciendo más de lo mismo; que ni siquiera hacer un poco más y mejor bastará para abatir las injusticias; hoy lo deseable sería que todos, en un consenso razonado, podamos partir de un diagnóstico consensuado: un México en paz y en armonía social, sólo puede estar sustentado en una sólida visión nacional, capaz de demostrar cotidianamente un irrenunciable compromiso con la equidad.

*Director del CEIDAS, A. C.

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