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martes, 17 de febrero de 2009

Garantizar la equidad: reto para el crecimiento


Crecer para la Equidad

Lunes 16 de febrero de 2009
El pasado miércoles 11 de febrero fui invitado a participar en el foro convocado por el Congreso de la Unión, titulado México ante la crisis. ¿Qué Hacer para Crecer?

Mi planteamiento en este foro fue que la pregunta que le dio título sólo puede cobrar un sentido mayor si al centro del debate nacional se coloca la cuestión sobre cómo erradicar en lo inmediato la pobreza y la desigualdad, las cuales son, sin duda alguna, las mayores deudas y saldos sociales que están asociados a los efectos que tendrá la crisis económica global.

Desde esta perspectiva, lo que queda claro es que México enfrentaba ya graves problemas económicos y sociales desde antes que la desestabilización estallara en septiembre del año pasado, y que el momento de turbulencia financiera mundial que nos afecta viene a agudizarlos y a profundizarlos.

México tiene un estancamiento económico desde la década de los años 80 del siglo XX. Nuestro ritmo de crecimiento económico ha sido intermitente y escaso. Cuando se ha logrado hacerlo ha ocurrido que el ingreso se ha concentrado intensivamente en unas cuantas manos, con lo que los momentos de crecimiento sólo han aliviado medianamente algunas de nuestras carencias y, en todos los casos, han acrecentado la desigualdad entre regiones y personas.

Ante la evidencia que existe al respecto, el planteamiento que realicé ante los legisladores consiste en pensar al crecimiento económico no como un fin en sí mismo sino como un mecanismo para reconstruir un modelo de desarrollo que permita garantizar la equidad a todas y todos los mexicanos, lo que de manera implícita exige el cumplimiento universal de los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales de la población.

Un instrumento privilegiado para alcanzar tal propósito se encuentra en la seguridad social, empero, el sistema con el que hoy contamos no basta. Para ello se requiere redimensionar el sentido que le hemos dado hasta ahora y avanzar hacia un modelo que, independientemente de la condición laboral de las personas, garantice una red básica de protección social en salud, educación y alimentación de calidad para todos, así como la incorporación de nuevas agendas de riesgos sociales, tales como las adicciones, la violencia al interior de las familias y relaciones de pareja, así como la discriminación.

Una seguridad social de esta naturaleza implica entonces ampliar la concepción de un sistema que da cobertura a quienes tienen un trabajo formal a la de un régimen que se percibe como un instrumento para la plena garantía de los derechos sociales.

Reconocer que una nueva concepción de la seguridad social puede articular al conjunto de la política social, exige que ésta deje de ser un instrumento residual de la política económica y, con ello, desarrollar un sistema de protección desde el cual determinar los criterios generales del gasto público y recaudación fiscal.

Crecer para garantizar la equidad debe ser entonces la nueva fórmula para el desarrollo, pues hacerlo obliga al diseño de un proceso de reforma gradual, pero acelerado, del marco institucional responsable de la construcción y de la ejecución de las políticas públicas.

Reconocer que el sentido mayor de la política social en México es crecer para la equidad nos obligaría a reformular nuestro pacto social, a replantear los mecanismos con el fin de dar cumplimiento al mandato implícito de la Constitución de garantizar justicia social a todos y de construir un nuevo fundamento ético para la actuación pública.

Asumir que un crecimiento económico orientado a garantizar la equidad debe ser el sentido mayor de una política social como la que se plantea nos debe llevar al reconocimiento de que el modelo vigente ha generado víctimas no sólo del cinismo de la política sino de un sistema económico rapaz que todo lo abruma y que a su paso deja saldos casi impagables de pobreza, marginación, exclusión y, ¿por qué no decirlo?, de una profunda tristeza.

Mi propuesta, en esa lógica, consiste en replantear el marco jurídico y el entramado institucional que tienen la responsabilidad de garantizar los derechos sociales de todos, proceso que a todas luces requiere de un pacto político mayor en el que se reconozca que el objetivo de todas las instituciones debe ser asumir, desde una ética de la responsabilidad, poner al centro de todas las decisiones públicas los objetivos de construir cohesión social, inclusión y garantías para todos de una vida digna.

jueves, 12 de febrero de 2009

Crecer para la Equidad: Intervención en el Foro México ante la crisis ¿qué hacer para crecer?

Versión estenográfica de la intervención del Lic. Mario Luis Fuentes Alcalá, Director General del Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social, AC en la cuarta sesión del Foro “México ante la Crisis: ¿qué hacer para crecer”, convocado por el Congreso de la Unión.
Miércoles 11 de febrero de 2009


Muy buenos días, distinguidos diputados, senadores, señoras y señores, afecto, agradecimiento y reconocimiento como siempre a mi maestro, al doctor Jesús Kumate.

Buenos días a todos, la seguridad social vinculada al trabajo formal fue la propuesta síntesis la visión social del siglo XX, asegurar a los trabajadores y a sus familias para enfrentar los riesgos previsibles, era, fue la aspiración del Estado del Siglo XX. En este siglo XXI tenemos que partir de una nueva cuestión social y relación con el trabajo, como este que aseguraba y que daba cierto aseguramiento.

Hoy el reto es brindar seguridad social a todos los mexicanos, independientemente de estar o no incorporados al trabajo, lo que exige asumir que la seguridad social debe de ser el sentido mayor de la política social. Por ello, mi ponencia a diferencia de las otras, lo que plantea es la construcción de una seguridad social de esas características, que requiere, no tengo duda, realizar las reformas estructurales al actual modo de desarrollo a fin de poder crecer con equidad.

Pensar en reformas estructuradas al nuevo desarrollo exige reconocer que la crisis económica y financiera global nos ha colocado en una situación límite, sin embargo para responder a la pregunta que da título a este foro, debe reconocer que antes de la crisis … en el mes de septiembre del año pasado, ya enfrentaba serios y graves problemas económicos y sociales, bajo el signo de bajo crecimiento, pobreza, desigualdad, exclusión y discriminación.

Reconocer que esta circunstancia límite debe de llevarnos entonces a preguntarnos qué era lo que no estaba funcionando bien, en donde se encuentran las piezas estructurales de nuestro modelo de desarrollo y cómo y qué podemos hacer para solucionar los problemas que tenemos enfrente.

El momento de crisis que vivimos no es entonces causa de nuestros problemas, es uno de sus corolarios, por lo que responder a estas medidas sólo con medidas para apalear sus efectos resultaría limitado y nos impediría avanzar hacia la construcción de un solo estado social de derecho.

Hemos estado atrapados en la lógica de un modelo que excluye, que margina, que empobrece y que nos ha dividido y marcado como un país profundamente desigual. Frente a esta realidad es preciso abordar los diferentes puntos que pueden servir como punto de partida para una realización mayor sobre cómo reformar al estado para universalizar la seguridad social. Es decir, el dilema de este panel y de este grupo de paneles, o pensamos cómo mejoramos la seguridad social de los que tienen hoy el trabajo formal o pensamos cómo brindar seguridad social a los millones que viven una profunda inseguridad social.

Yo quiero referirme no a los que tienen ya cierto grado de seguridad social, sino al resto, a la mayoría, los que viven una profunda inseguridad social bajo las diez grandes líneas de reflexión.

1.- Somos una economía que en los últimos 15 años ha tenido un crecimiento limitado e insuficiente, y cuando hemos logrado crecer, la concentración del ingreso se ha agudizado, hay estudios que muestran que el ingreso de los más ricos es 14 mil veces superior a los ingresos del promedio nacional, hoy requerimos crecer con equidad, hoy requerimos crecer no con equidad, sino para garantizar la equidad, cambio sutil de lenguaje, pero de profundas consecuencias en lo político y en lo económico, crecer para la equidad requiere la reconstrucción y fortalecimiento de los mecanismos de redistribución del ingreso, pues esta tarea fundamental del estado abandonó y se asumió que el mercado era el instrumento ideal para hacerlo. La evidencia nos muestra que no es así, hoy estamos ante la responsabilidad de garantizar que la riqueza socialmente generada se distribuya con criterios de equidad e inclusión social.

La propuesta es universalizar la seguridad social debe ser la base para replantear el esquema completo de recaudación y gasto de gobierno, crecer con la equidad obliga a considerar que la categoría que debe ponerse al centro de la discusión de las políticas públicas es la del trabajo digno, un trabajo que permita la dignificación de la vida y que les permita a las personas acceder a mayores espacios de libertad y realización de sus proyectos personales sobre cómo vivir en el mundo.

(Dé clic sobre la imagen para ver la versión íntegra de la intervención de Mario Luis Fuentes)





Es la ética


Lunes 9 febrero 2009

La crisis del sistema financiero internacional es inédita no sólo por su magnitud, sino también porque tiene su origen tanto en el agotamiento de los mecanismos de regulación económica, como en una profunda crisis ética de Occidente.

El modelo de desarrollo que conocimos en el siglo XX ha llegado, sin duda alguna, a su fin. Ahora estamos obligados a construir una nueva dinámica económica global que permita reducir las brechas de desigualdad, los océanos de pobreza que cada día crecen más, así como garantizar la viabilidad ecológica de un planeta literalmente en calentamiento y el cual enfrenta un cambio climático cuyo desenlace aún no estamos siquiera cerca de vislumbrar.

Si el reclamo de William Clinton durante su campaña política en la década de los 90 fue la más que famosa frase de “it’s the economy, stupid”; el presidente Obama fue más allá y lo que puso en el centro de debate no en Estados Unidos sino en todo el mundo, no fue ya la economía, sino la ética.

Su argumento en torno a que es la codicia lo que provocó la crisis que hoy estamos viviendo y padeciendo, mueve las fichas del tablero hacia otro lado y puede ser interpretada como un llamado a que el debate lo den ya no sólo los economistas sino los politólogos, los sociólogos, los filósofos y, por lo que se vio en su toma de posesión, hasta los poetas.

Invocar al poder del arte, la poesía y la filosofía en la toma de posesión del presidente de Estados Unidos es un asunto mayor: implica una decisión de Estado y no sólo una pieza de decorado como muchos quisieron hacer ver. No se trató, pues, de un recurso de escenografía, sino muy probablemente de una nueva forma de plantear las cuestiones del poder. Parece que el mensaje es: “Ha terminado el reinado de la ortodoxia económica y se va a intentar una apuesta por el pensamiento complejo”.

La audacia de Obama, en esa lógica, parece no provenir de un carácter arrojado, sino de una inteligencia capaz de procesar la complejidad. Y eso en un político es una cualidad invaluable, porque garantiza una posibilidad mayor de actuar de manera asertiva en momentos en que la magnitud de los problemas a enfrentar rebasa, con mucho, a las capacidades que se tienen para hacerles frente.

En este contexto mundial y regional, en México tenemos la enorme oportunidad de actuar antes de que las oleadas de despidos que se están comenzando a generar en todas partes, se conviertan en marejadas incontrolables. El reto, sin embargo, consiste en lograr que quienes poseen la responsabilidad de tomar las decisiones al más alto nivel sean capaces y tengan y el atrevimiento a pensar distinto, a asumir que los supuestos desde los que se construyó el andamiaje institucional y económico en el siglo XX ya fueron dinamitados y cuyo colapso nacional y global es inminente.

Se trata de asumir que requerimos un nuevo modelo de desarrollo sustentado en tres objetivos: 1) generar empleo digno para todos, 2) generar inclusión social y equidad y, 3), garantizar la sustentabilidad medioambiental.

Para lograr estos objetivos se requiere sin embargo una nueva ética del poder; se necesita asumir un giro radical en las conciencias de la clase política y aceptar que el sistema que hoy se está derrumbando ha dejado a millones de víctimas, y que éstas claman por justicia y dignidad. Como sostiene Mardones: es preciso asumir una ética desde la mirada de las víctimas, de los excluidos, de quienes han sido marginados a esferas de miseria y cuya tarea de vida ha sido circunscrita a buscar, una generación tras otra, conseguir un ingreso de dos dólares diarios y con ello saltar la línea de la pobreza.

Apelar al arte y la filosofía es una buena apuesta en esta construcción; el reto está en que la arrogancia de la ortodoxia económica ceda el paso y permita que saberes hasta hoy sometidos, recobren voz y espacios para proponernos nuevas formas de convivencia con el medio ambiente, y lógicas de trabajo en las que la justicia, y no la explotación, sea la categoría dominante.

México está al borde de un momento histórico singular: la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Ambos son un extraordinario motivo para convocar a la unidad nacional, a la cohesión social en torno a un proyecto de una patria generosa que dé cabida a todos y abra la puerta a nuevas formas de relación social, porque las que hoy tenemos sin duda están al borde del agotamiento.

Tenemos mucho que rescatar de nuestro legado histórico, empero, tenemos también en esa medida todo por construir, para así fundar un futuro compartido en generosidad, dignidad y equidad para todos.

martes, 3 de febrero de 2009

Mortalidad Materna: la pelea que se puede perder


Falta protección social


2 de febrero del 2009

"Lo peor está por venir”. En esa frase se resumen las proyecciones económicas del Banco de México, que aun con la “corrección” presidencial parecen ser las que tienen un mayor sustento técnico-científico y son las que le permiten a Guillermo Ortiz sostener que decreceremos entre 0.08 y 1.8% en 2009. La recesión, puede decirse, hoy es oficial y con ello entramos en una espiral descendente cuya desembocadura resulta incierta y ante la cual no hay blindaje financiero que alcance para garantizarnos puertos seguros ni prontas recuperaciones.

Es cierto que hoy México estaba mejor preparado en sus estructuras económicas y financieras para enfrentar una crisis; sin embargo, también que esta situación resulta planetaria y, por venir del centro de la economía global y haber sido provocada además por el sector privado, es la más profunda que habremos de enfrentar en muchas décadas. Con ello, se hace evidente que los mecanismos tradicionales de respuesta no serán suficientes y que se requiere audacia y una aguda inteligencia para tomar las mejores decisiones en este complejo escenario.
Por otra parte, lo más peligroso de esta crisis es que, si bien se tenía una fortaleza importante en las finanzas públicas, la base real de la economía, es decir, los sectores que más empleos generan, venía ya de un largo periodo de estancamiento que, a decir del Coneval, implica que, de los 15 millones de empleos generados entre 1994 y 2006, diez millones se crearon en el sector informal.

En este contexto, la precariedad de las redes sociales con las que entramos a este proceso recesivo es preocupante. Hay millones de personas sin seguridad social y, aun cuando el planteamiento del gobierno consiste en que a final del sexenio toda la población contará al menos con la cobertura del seguro popular, este objetivo queda en suspenso debido a las limitaciones presupuestales que habremos de enfrentar en sólo unos meses.

La inflación que se sigue acumulando en los precios de los alimentos y los medicamentos sigue presionando a las ya de por sí precarias capacidades económicas de los más pobres, pero cada vez más, también, a sectores más amplios de la clase media, lo que hace prever, no sólo un importante crecimiento en el número de quienes viven con hambre, sino en el de las personas que caerán en eso que eufemísticamente se conoce como “líneas de la pobreza”, pero no significa sino precariedad y carencia.

México entró “mal parado a la crisis” en materia social. Los saldos que arrastramos desde hace décadas parecen hoy impagables. Las desigualdades amenazan con volverse aún más profundas, ante la inacción pública para reformar las estructuras institucionales y jurídicas que permiten y reproducen estas condiciones de inequidad, ya no sólo entre el norte y el sur, sino cada vez más presentes al interior de las ciudades, los pueblos y las colonias.

Son, en efecto, los más pobres quienes tienen acceso a los peores servicios públicos, a las escuelas de baja calidad, a los hospitales y clínicas con menor equipamiento. Si esto es así, hay que poner énfasis en la necesidad de que ante la crisis debe actuarse con el fin de evitar que estas condiciones se recrudezcan y que, en donde se han logrado estándares mínimos de calidad, puedan evitarse retrocesos.

El énfasis tiene que estar en la creación de empleos dignos. Por ello se debe evitar la tentación de que, frente al despido masivo de trabajadores, se recurra a la receta clásica de “flexibilizar” el trabajo, lo que significa más precariedad, inseguridad e injusticia social. Se trata de proteger la economía formal, fortalecer los mecanismos de inclusión a la seguridad social e incentivar y fomentar las actividades de la economía real, la que produce alimentos, materias primas y bienes de consumo básico que, debido a los dictados del liberalismo más radical, hoy estamos ante la necesidad de importar.

Construir un blindaje social ante la crisis implica asumir un momento de oportunidad no sólo para que, al pasar la fase más aguda de sus efectos, regresemos al estado en que nos encontrábamos antes de septiembre de 2008, cuando la crisis financiera global estalló, sino para comenzar a construir un Estado social de derecho que restituya dignidad y oportunidades con miras a una vida de calidad para los más pobres y excluidos.

Se trata de ver desde “la otra orilla”, de situarse en la perspectiva de quienes han sido despojados de todo o están en proceso de serlo, y diseñar políticas para la inclusión, desde el punto de vista de los marginados. Sólo así podremos restituirle capacidad ética al Estado y, con ello, dignidad a la actuación de sus instituciones.

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