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lunes, 18 de noviembre de 2013

“Estamos en México”

 
Prácticamente todas las noches y en todas las ciudades, grandes o pequeñas, de todo el país, se observa afuera de bares y los llamados antros, a decenas de jóvenes tratando de ingresar. Es claro que muchos de ellos son menores de edad, adolescentes que desde los 14 años se aventuran a ingresar a establecimientos donde está prohibida su entrada. Sin embargo, a pesar de existir restricciones expresas, ellos saben que si dan la cantidad de dinero solicitada, van a entrar sin problema.
Es sabido que miles de jóvenes logran adquirir credenciales de elector apócrifas y que, dependiendo de la calidad de las mismas, pueden conseguirse desde 500 pesos hasta los mil 500 pesos. Es evidente que su único propósito es tener acceso al mundo de la diversión y asumen que el lograr ingresar a los antros, bien vale la inversión realizada.
Al respecto, entre las cuestiones más preocupantes en estas acciones, se encuentra el hecho de que, al cuestionar a estos jóvenes tratando de hacerles ver que están llevando a cabo acciones que son incluso ilegales, la respuesta es simple: “¿Cuál es el problema, si estamos en México y aquí todo se puede comprar?”. De manera lamentable, las y los jóvenes están aprendiendo que cuando las autoridades hacen operativos a la entrada de algunos de estos establecimientos, es cuestión de esperar el tiempo justo para que se retiren y poder entrar. Saben también que los supervisores del gobierno, en el nivel que sea, sólo aparentan la verificación del cumplimiento de la norma; y a la vez saben que los dueños de los negocios “ya están arreglados” con la autoridad para venderles prácticamente de todo, independientemente de su edad.
Uno de los mayores dramas que estamos construyendo se encuentra en la realidad de que la corrupción y el incumplimiento de las leyes son prácticas “naturalizadas” entre las nuevas generaciones. Así, la corrosiva convicción de que en México, “el que no transa no avanza”, se reproduce generacionalmente ante nuestra incapacidad de establecer una vida respetuosa de la Constitución y del orden jurídico que como país nos hemos dado.
Al asumir que el dinero y el poder per se son las metas mejor valoradas socialmente, la convicción de que las prácticas corruptas son válidas, se alimenta adicionalmente con los relatos periodísticos de todos los días, en los que se muestra a numerosos funcionarios y empresarios, quienes representan a la transa y la compra de voluntades como el mejor modelo de innovación empresarial.
Mientras todo esto ocurre, las estadísticas nos muestran que la edad promedio de inicio de consumo de alcohol es cada vez menor y que el número de defunciones por enfermedad alcohólica del hígado ha llegado a un récord histórico de 13 mil 164 personas en el 2011, al tiempo de que más de 55 mil personas —en su mayoría jóvenes— son atendidas por intoxicación aguda por alcohol.
Lo lamentable es que la mayor parte de estas defunciones pudieron evitarse. Por ello es urgente que todas las autoridades, principalmente las presidencias municipales y las autoridades delegacionales en el DF, actúen para detener tanto daño. Esto, porque estamos hablando no sólo de la mortalidad por accidentes y la violencia asociada al alcohol, sino de la destrucción de la ciudadanía que están promoviendo, al enseñar a las y los jóvenes que la corrupción es un elemento inherente a vivir en México.
                *Director del CEIDAS, A.C.

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