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lunes, 11 de noviembre de 2013

Malestar


El malestar se extiende en el país. Poblaciones enfurecidas queman edificios públicos, y a su paso destruyen patrullas y comercios. En múltiples localidades, ante la criminalidad creciente, los vecinos enardecidos atrapan a presuntos delincuentes e intentan lincharlos. Cada vez es más común ver cómo las poblaciones estallan ante los más diversos motivos. No es sólo ya el abatimiento individual que provoca la desigualdad y su expresión en pobreza y agudos procesos de exclusión, sino complejos procesos colectivos de “violencia instantánea”. Su germen se encuentra muy probablemente en largas historias y procesos de descomposición institucional, en que las autoridades han sido omisas de sus responsabilidades, o en donde han mostrado la doble cara de corrupción y violencia injustificada. Ante ello, sólo se requiere un detonante, aun en apariencia insignificante, para que el malestar individual estalle y se transforme en furia pública. Ante la desesperanza social, las áreas de comunicación de lo social en los distintos órdenes de gobierno, batallan para dar certezas mínimas en torno a los avances conseguidos o en proceso. Sin embargo, día a día, la realidad les impone severos límites pues, apenas se anuncia la apertura de nuevos servicios o el inicio de una nueva obra, las notas sobre violencia, abusos o corrupción hacen palidecer a casi cualquier logro gubernamental. Frente a la magnitud de los problemas, de manera preocupante la República se mueve apenas inercialmente; cada entidad, cada municipio, avanzan y actúan en sus propios tiempos, sin asumir que el país requiere de la acción coordinada y concertada de todos los actores públicos. Por su parte, gobernadores y presidentes municipales tratan de mantenerse visibles, llegando al exceso de colmar sus oficinas con los personajes públicos de ocasión; gastando sumas injustificables en inserciones de todo tipo y pagando despliegues mediáticos injustificables al momento de presumir sus informes de gobierno. No obstante, el malestar sigue ahí. El enojo no cede. Y en medio de todo, grupos de presión encabezados por algunos grupos empresariales y sumando a grupos de la más diversa índole, toman como bandera el rechazo a la reforma fiscal, generando confusión pública y mostrando que la comunicación oficial no ha logrado todavía transmitir la legitimidad de las medidas ni lo que se busca afanosamente llevar a cabo para mejorar las condiciones en el país. A esto se suman las imágenes de Michoacán y Tamaulipas, que nos muestran la magnitud de la disputa por los territorios. Ciudades como Matamoros y Lázaro Cárdenas son tomadas por las Fuerzas Armadas para tratar de dar espacio a las poblaciones que se encuentran asoladas por la delincuencia; pero antes fueron Ciudad Juárez, Torreón, Tijuana… y la pregunta que ronda en el aire es: ¿cuáles van a seguir? Está a punto de cumplirse el primer año de la presente administración. Ante ello, el jefe del Estado, con la experiencia acumulada en estos primeros 12 meses de su gobierno, se encuentra ante la posibilidad de profundizar su análisis y diagnóstico, a fin de darle cauce y sentido a todo lo que se ha anunciado y puesto en marcha. Minimizar el malestar social que se percibe constituye un riesgo de dimensiones considerables; por el contrario, reconocerlo y actuar en consecuencia podrá darle sentido y cohesión al esfuerzo público, así como trazar una ruta compartida, por toda la República, a fin de reducir y atemperar las complejas causas que están impulsando este sentimiento.

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