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lunes, 11 de agosto de 2014

Fortalecer la prevención

Excélsior, 11/08/2014

Entre los años 2003 y 2012 han fallecido, de acuerdo con las estadísticas de mortalidad general del INEGI, un total de 37 mil 524 personas por enfermedades infecciosas intestinales.

El verano es la época del año en que se presenta el mayor número de casos de enfermedades infecciosas intestinales. En efecto, de acuerdo con los Anuarios de Morbilidad y el Boletín Epidemiológico de la Secretaría de Salud, cada año enferman más de cinco millones de personas por la causa señalada.

A esas cifras deben sumarse los más de 1.5 millones de casos de úlceras y gastritis que se presentan también anualmente; los más de 350 mil casos que año tras año se registran por amebiasis intestinal; así como los 130 mil casos anuales que se reportan por paratifoideas y otras salmonelosis.

Las cifras son gigantescas: se trata de prácticamente 7% de la población que todos los años adquiere infecciones que son altamente prevenibles. Se trata de casi 17 mil 500 casos al día, o bien, 729 casos por hora en todo el territorio nacional.

Las consecuencias que estos datos tienen en términos de mortalidad son de una magnitud alarmante: entre los años 2003 y 2012 han fallecido, de acuerdo con las estadísticas de mortalidad general del INEGI, un total de 37 mil 524 personas por enfermedades infecciosas intestinales; un promedio de tres mil 742 casos anuales o bien, casi diez casos cada día.

En el mismo periodo han acaecido 41 mil 408 defunciones por infecciones bacterianas, es decir, 12 casos al día, así como mil 244 casos anuales de hepatitis viral, o bien, tres defunciones diarias por esa causa.

En el agregado se trata de prácticamente diez mil decesos anuales, porque la gente no se lava las manos con agua y jabón; porque los alimentos que ingirieron no estaban apropiadamente desinfectados; o porque al haber adquirido la infección, sobre todo cuando se trata de las niñas y niños más pequeños, no se tuvo acceso a un médico, a un centro de salud apropiado o, en los casos más extremos, porque no se tuvo acceso a una hidratación apropiada.

Es cierto que hace falta mejorar la infraestructura de servicios públicos para evitar estas infecciones: acceso universal al agua potable en todos los espacios públicos y privados; servicios de drenaje y saneamiento adecuados; recolección y disposición final de basura y desechos sólidos y orgánicos, etcétera.

Sin embargo, estos padecimientos también podrían evitarse en un alto porcentaje mediante la generación de hábitos saludables: no escupir en la calle o en espacios públicos; depositar la basura en lugares adecuados, etcétera. Estas son acciones que se basan en la promoción de una cultura para la higiene y el cuidado, así como para una mayor conciencia ecológica entre la población.

Ya tuvimos una experiencia positiva cuando apareció el virus de la influenza A H1N1, ante la cual se logró una intensa participación y responsabilidad de la población; esa experiencia debe recuperarse por parte de la Secretaría de Salud y de sus contrapartes en las entidades de la República, a fin de impulsar una profunda conciencia social y así evitar la innecesaria mortandad de la que estamos siendo testigos.

Debemos parar las miles de muertes que están ocurriendo y que no debieron ser; se trata de un mandato ético que no requiere de más recursos de los que ya disponemos; es una cuestión de imaginación, pero sobre todo, de voluntad para hacer lo necesario con el fin de evitar que la enfermedad y muertes evitables sigan quitándonos lo más preciado que tenemos.

*Investigador del PUED-UNAM
Twitter: @ML_Fuentes

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