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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Bienvenida la Política

3 de noviembre de 2008

Este 2008 es uno de los años más complejos que hayamos vivido en los últimos tiempos. Esto es así no sólo por la brutal guerra que se vive en las calles como producto del combate al crimen organizado, en particular el narcotráfico, sino por la emergencia económica mundial que se agudizó e hizo crisis en septiembre y cuyos efectos para la “economía real” apenas comenzarán a percibirse en países como el nuestro.

Adicionalmente, se desarrolló a lo largo del año un conjunto de discusiones públicas en distintos temas, que por una parte propiciaron un ambiente de tensión entre distintos grupos políticos, pero que, por la otra, abrieron ventanas de oportunidad y propiciaron la innovación en los procedimientos y mecanismos para el diálogo y la concertación política.

No hay duda de que, efectivamente, si algo nos ha hecho falta en esta década, es la capacidad para generar acuerdos sustantivos tendientes a impulsar reformas que le den al país mayor viabilidad económica y social y que, en consecuencia, nos lleven al planteamiento de nuevas rutas de acción para resolver los problemas más profundos que nos aquejan como país.

Es una buena señal que, a unos meses de que se desarrolle el proceso electoral para elegir a una nueva Cámara de Diputados, así como la renovación de gobernadores en seis entidades, se hayan logrado construir nuevos puentes de comunicación y diálogo civilizado entre importantes actores políticos. Es asimismo, una buena señal, que sobre las diferencias se esté logrando en algunos espacios privilegiar el entendimiento y el encuentro de coincidencias.

Es obvio y además deseable que en democracia puedan surgir y expresarse las más disímbolas visiones y posiciones; sin embargo, igualmente importante es que una democracia cuente con las instituciones y los mecanismos procedimentales para lograr dar cauce y vías de encuentro y solución a las divergencias existentes.

Ante la reforma del sector petrolero en México, debe destacarse que se crearon mecanismos novedosos para el diálogo y, más allá de las críticas y las diferencias que existen en la materia, por primera vez en mucho tiempo pudimos escuchar y ver a expertos, académicos, legisladores, funcionarios y ex funcionarios, opinando y divergiendo sobre los contenidos de las iniciativas en el Congreso.

A mi juicio, esta es una importante lección aprendida en nuestra democracia: nunca más debemos permitir la existencia de diálogos y debates cerrados y exclusivos para los grupos políticos que tienen el privilegio, pero también la responsabilidad de tomar las decisiones fundamentales en el país.

Una democracia abierta no puede sobrevivir con base en acuerdos de cúpulas. Por ello los ciudadanos debemos exigir que, en todas las decisiones que están por venir y que deberán tomarse si se quiere transformar para bien a nuestro país, se garantice un procedimiento similar al utilizado con el fin de discutir la reforma petrolera, en el que la mayor cantidad de visiones posible sea incluida en el debate y en el diálogo.

Para nuestra democracia es fundamental que los grupos parlamentarios y el gobierno fijen públicamente sus posiciones, a fin de que las y los ciudadanos sepamos cuáles son las de interés y de representación política que están en juego en los debates de alcance nacional.

Debe dejarse en claro, en ese sentido, que en democracia todos los intereses que se circunscriben en el marco de la ley son legítimos y tienen derecho a ser expresados y defendidos por las vías institucionales; lo que no resulta legítimo es la construcción de acuerdos a espaldas de la ley, a espaldas de la ciudadanía y con base en la clandestinidad de las posiciones y los argumentos.

2008 finca un buen principio para darle la bienvenida a la política. Ojalá que se profundice esta actitud negociadora y se comprenda que no hay nada peor para nuestra democracia que cancelar la oportunidad y los espacios destinados al entendimiento, ya que una sociedad igualitaria sólo podrá consolidarse en la medida en que las y los ciudadanos podamos participar de las decisiones y de los argumentos que dan sustento a las decisiones políticas. Es momento de potenciar estas nuevas capacidades y procedimientos de discusión pública y exigir que se avance en el debate de los temas fundamentales que tenemos pendientes de resolución: el crecimiento económico y la generación de empleos, por un lado, y la erradicación de la desigualdad y la pobreza por el otro. Esos son los debates que están por venir y debemos exigir a la brevedad.

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