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lunes, 6 de octubre de 2008

La Otras Agendas

El gobierno federal está atrapado en una agenda monotemática desde hace ya casi ocho meses. Nada que no está relacionado con los asuntos de la seguridad pública cobra notoriedad y mucho menos adquiere dimensión en el marco de la publicidad gubernamental.

Un ejemplo claro se encuentra en el tema de la discriminación. A un mes del sensible fallecimiento del querido Gilberto Rincón Gallardo el gobierno federal no ha nombrado al nuevo titular del Conapred, lo cual no sólo es muestra de un descuido mayúsculo, sino sobre todo del desprecio que parece tener esta administración por agendas estructurales que, más allá de la guerra que se vive contra el narcotráfico, deben atenderse y mejorarse si de verdad se quiere una transformación de largo plazo para nuestro país.

El Conapred es resultado de la lucha de muchas organizaciones de la sociedad civil y de personalidades que, como Gilberto, vivieron en carne propia la discriminación y la intolerancia de una sociedad que, aún hoy, debemos reconocerlo no sin vergüenza, sigue siendo profundamente excluyente y agresiva con los diferentes.

Nuestro mayor problema, se ha dicho hasta el cansancio, está no sólo en la pobreza, sino en la terrible desigualdad que nos divide y polariza. En ese sentido, debe reconocerse que la desigualdad no sólo está determinada por los abismos que separan a quienes reciben más ingresos de los más pobres, sino por actitudes basadas en la intolerancia, el rechazo a quienes piensan distinto y, sobre todo, a quienes viven con alguna discapacidad o bien pertenecen a alguno de los pueblos o comunidades indígenas.

El Conapred, en ese sentido, no sólo debería tener ya a un nuevo presidente, sino que, además, en el Congreso debería haber voces y posiciones para garantizar que tendrá en el Presupuesto de Egresos de la Federación los recursos suficientes para diseñar y operar una poderosa política nacional en contra de la discriminación, que dé continuidad a lo que ya se ha logrado, pero al mismo tiempo permita avanzar hacia una estructura institucional de nueva generación, que contribuya al cumplimiento del derecho constitucional que todos tenemos a no ser discriminados.

En México no tenemos estadísticas confiables en ninguna de las áreas de procuración de justicia. En ese sentido, es muy difícil saber cuántos crímenes disfrazados de “pasionales”, “violencia doméstica”, “conflictos interreligiosos”, constituyen en realidad crímenes de odio, los cuales debieran ser comprendidos y dimensionados en su magnitud, a fin de lograr la construcción de una sociedad incluyente y apropiada para todos.

Además de esta agenda, hay muchas otras que desde el sector salud simplemente se abandonaron: la salud mental, por ejemplo, es un tema ya muy lejano en las declaraciones públicas del gobierno y también del debate parlamentario, cuando se trata de una de las agendas más preocupantes ante la realidad que enfrentan los jóvenes del país; en efecto, para el grupo de edad de los 14 a los 29 años, las principales causas de muerte están en los homicidios, los suicidios, los accidentes de tráfico, los tumores malignos y, ya en quinto lugar, el VIH-sida.

Las encuestas impulsadas recientemente por la Subsecretaría de Educación Media Superior y el Conadic, en materia de violencia en las escuelas del nivel del bachillerato y en cuanto a adicciones nos muestran cómo esas dos agendas tienen una magnitud que bien puede calificarse como una “pandemia”, que requiere todo el esfuerzo público para atenderse y revertirse y, en esa lógica, no se perciben esfuerzos de comunicación de lo social desde el gobierno para generar capacidades con miras a una sociedad convivencial, una cultura de la paz y una vida plena libre de adicciones.

No hay ninguna eficacia en el combate al crimen organizado con una publicidad gubernamental que nos anuncia la captura de “lugartenientes y sicarios”. Sí podría haberla, al menos como intentos novedosos, en una nueva comunicación que le dé a la gente información adecuada para una toma de decisiones inteligente.

Éstas y otras agendas parecen estar guardadas, en el mejor de los casos, en el baúl de los recuerdos. Mientras tanto, la discriminación, la intolerancia y el clima de violencia social que vivimos sigue generando miles de muertes evitables al año, muertes que no deberían ser y ante las cuales no tenemos todavía respuestas institucionales adecuadas.
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