Lunes 13 de julio de 2009
Los vínculos sociales y las capacidades para protegerlos se resquebrajan por doquier, mientras el crimen organizado siembra el terror amenazando, extorsionando y hasta secuestrando y asesinando a ciudadanos a los que, ante la incapacidad de las autoridades para brindar seguridad, no les ha quedado otro camino que la organización y la lucha colectiva con el fin de intentar resistir.
Pasada la insoportable marea electoral, nos queda una crisis de representatividad mayúscula y poco se ha visto de operación política efectiva con el objetivo de reconstruir a la nación.
Un día después de la elección en Estados Unidos, el pasado noviembre de 2008, el primer evento público de Barack Obama consistió en cenar con su oponente y enviar un claro mensaje de conciliación y unidad nacional. Nada así ha ocurrido en nuestro país.
El hecho de que el voto nulo haya llegado casi a 6% y que, de acuerdo con la encuesta que realizó Federico Reyes Heroles, en la que se muestra que más de 60% de quienes votaron por algún candidato dijeron sentirse poco representados por quienes emitieron su sufragio, es una clara muestra de la enorme deuda que tienen los políticos con la sociedad mexicana.
Hasta ahora sabemos muy poco de las agendas legislativas. Sabemos, por ejemplo, que el PRI y el PRD se han manifestado en contra de gravar con el IVA a los alimentos y las medicinas; pero no sabemos qué es lo que sí van a impulsar. El problema de todo esto es que las plataformas de los partidos dicen poco o nada de propuestas serias y que puedan concretarse en el corto plazo; además, no se ha convocado a un diálogo de largo aliento para reconstruir el pacto nacional, que es lo urgente.
Lo esperable era que pasada la jornada electoral, de inmediato se plantearan las propuestas sobre la mesa de discusión. Por el contrario, parece que habrá que dar tiempo a que se defina quiénes serán los coordinadores parlamentarios; luego, quiénes van a presidir las comisiones legislativas más relevantes y, sólo después, se comenzará a trabajar en el planteamiento de reformas que, a la luz del debate sobre el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año 2010, pospondrán probablemente la discusión hasta el Segundo Periodo Ordinario de Sesiones.
El Ejecutivo tiene hoy un problema real. Mientras todo el proceso mencionado se desarrolla, ¿con quién acordarán los secretarios? ¿Con quiénes debatirán o con quiénes comenzarán el debate sobre prioridades programáticas y presupuestales? ¿Quiénes serán los operadores de la Presidencia cuando la Secretaría de Gobernación, ante el caso de la guardería ABC de Sonora, perdió toda autoridad moral para fungir como interlocutor confiable?
Ante lo anterior, los partidos siguen atrapados: el PAN en una disputa interna sin precedentes, marcada por la renuncia de su dirigente nacional; el PRD, sumido en una crisis marcada por una estrepitosa caída en sus niveles de votación; el PRI, en una operación silenciosa de acuerdos internos; y los poderes fácticos frotándose las manos, sabedores de que contarán con sus bancadas para buscar mantener sus privilegios.
Los márgenes están acotados. La crisis arroja cada día a cientos, quizás a miles de trabajadores, a la calle; cientos de jóvenes deberán interrumpir su formación en las escuelas durante el próximo ciclo escolar; los programas sociales van a estar cada vez más desbordados y rebasados ante la magnitud del desastre económico de una caída de casi 10% del PIB; y la inseguridad y la violencia parece que crecen sin cortapisas ni límites de ningún tipo. La FAO nos advierte que los precios de alimentos y medicinas seguirán creciendo los próximos meses, mientras la desesperanza y la frustración de quienes han visto diluido su precario patrimonio —en medio de una lenta y dolorosa caída en las garras de la pobreza— crecen en la medida en que sus expectativas presentes y futuras se esfuman.
Académicos, organizaciones de la sociedad civil, expertos y diversas personalidades han convocado por distintos medios a impulsar reformas para lograr que México crezca con equidad, ante lo cual el silencio de los políticos resulta al menos sospechoso, pues pareciera que su intención es continuar reproduciendo las lógicas del poder que han prevalecido en los últimos 30 años. Esta realidad nos evidencia que no hay tiempo y que se agotaron las rendijas de la futilidad. Es urgente una profunda reforma social del Estado. Es urgente pensar en cómo generar puentes y nuevas ventanas de comprensión y acuerdo entre las diferencias, a fin de iniciar, no en 2010, sino ya, la reducción de la pobreza y la desigualdad.
Los márgenes están acotados. La crisis arroja cada día a cientos, quizás a miles de trabajadores, a la calle.
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