Buscar

lunes, 9 de junio de 2014

El bullying no es causa, es efecto

Excélsior, 09/06/2014

Uno de los temas que mayor notoriedad ha tomado en las últimas semanas es el del llamado bullying, un término retomado de la lengua inglesa para designar la violencia que ejercen las niñas y niños en contra de otras niñas y niños, fundamentalmente, en los entornos escolares.

El tema es grave, sin duda alguna, y requiere de un diagnóstico preciso y urgente, pues no podemos esperar dos años o tres más, antes de que tengamos una radiografía sobre cuáles son las principales causas de la violencia escolar.

Desde esta perspectiva, el diagnóstico que se ha dado como primera respuesta en varios espacios de discusión institucional y académica debe ser tomado con suma cautela, pues en la mayoría de los casos, se trata de explicaciones que reducen la problemática a los entornos en los que se dan las interacciones entre las y los estudiantes.

Si algo debe regir al análisis que se lleve a cabo en las próximas semanas y meses, es el reconocimiento del hecho de que visibilizar de manera prioritaria, con base en los dramáticos casos que los medios de comunicación han expuesto, lleva a la incapacidad de sopesar y valorar las otras violencias que en muchos casos podrían ser determinantes de las agresiones que se dan en las escuelas.

¿Cuántas niñas, niños y adolescentes agresores han sido violentados o agredidos en sus hogares? No pueden, no deben dejarse de lado, los estudios donde se evidencia que las personas perpetradoras de violencia la han padecido en sus hogares; estudios sugieren, por ejemplo, que 60% de las personas que maltratan a sus hijos fueron también víctimas de la violencia durante la niñez.

¿Cuántas de las niñas, niños y adolescentes que ejercen violencia en contra de sus compañeras o compañeros lo realizan como reacción ante la frustración de ser víctimas de acoso y hasta de abuso sexual por parte del personal de sus escuelas?

¿Cuántas de las niñas, niños y adolescentes que agreden a sus compañeras y compañeros han sido ya cooptados por el crimen organizado, o bien, viven en entornos de criminalidad o situaciones graves de ilegalidad en sus entornos familiares o comunitarios? ¿Cuántas de las niñas, niños y adolescentes que ponen en práctica el maltrato en contra de sus compañeras y compañeros han sido víctimas del delito o viven en condiciones de agresión social permanente, tal y como ocurre en contra de las niñas y adolescentes en el transporte público, en los mercados, plazas y calles por las que transitan?

Si el bullying es un fenómeno generalizado, entonces debemos tener la capacidad de desentrañar la profunda complejidad que debe estar operando detrás de esta dura realidad, pues si la cifra de 60% de estudiantes agredidos por sus compañeras y compañeros es correcta, entonces deberíamos estar preguntándonos sobre las causas que han dado pie a tal nivel de fractura en las relaciones y capacidades de convivencia de las y los más jóvenes.

Si de algo podemos estar seguros es de que esta problemática va mucho más allá de la ausencia de clases de civismo en las escuelas; se trata de un contexto generalizado de violencia frente al cual estamos obligados a responder eficazmente, porque en ello nos va la posibilidad de una sociedad en paz y en la que todas y todos podamos realizar nuestros proyectos de vida.

*Investigador del PUED-UNAM
Twiiter: @ML_Fuentes

No hay comentarios: