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lunes, 16 de junio de 2014

Un semestre estratégico

Excélsior, 16/06/2014

La agenda política nacional es de una complejidad cada vez mayor, sobre todo como resultado del pragmatismo en el que han caído los partidos políticos. Para ellos, lo relevante es “la próxima elección”, sin importar realmente las agendas prioritarias para México; se impone siempre la lógica de lo inmediato y se priorizan los triunfos electorales sobre el debate de las ideas.

No hay mayor amenaza para nuestra democracia que convertir a la política en una mera disputa de intereses de grupos. De manera lamentable, desde hace mucho, el debate parlamentario dejó de ser un ejercicio de diálogo fecundo, convirtiendo a la llamada “máxima tribuna de la nación” en una pasarela donde algunos actúan como representantes de intereses cuya legitimidad es al menos cuestionable.

Tener esto en mente es crucial para la Presidencia de la República, pues en términos reales, el posicionamiento del proyecto de esta administración depende de los siguientes seis meses, pues a partir del mes de enero, vendrá la disputa por la Cámara de Diputados y por los cargos de elección popular en lo local, en prácticamente la mitad del país.

Debemos ser capaces de evitar que la confrontación política genere, como ha ocurrido en los últimos años, una parálisis en distintos sectores. Quizá el más delicado es el relativo a la operación de los programas sociales, pues siempre, ante su uso reiterado para la compra de voluntades, queda la sospecha en torno a si la entrega de bienes busca darle alguna ventaja a candidatas y candidatos de todos los signos y colores.

El escenario es difícil de predecir, pues no debe dejar de considerarse que estamos ante el reto de un nuevo Instituto Nacional Electoral (INE), que deberá operar con nuevas reglas, con nuevos funcionarios y, sobre todo, con la capacidad de coordinar el esfuerzo nacional, ya no sólo para las elecciones federales, sino también las locales.

Estos elementos deben llevar al gobierno de la República a actuar con la mayor celeridad posible para implementar todas aquellas acciones que le darán rumbo a la administración. Visto así, quedan en realidad 23 semanas para terminar de conocer la estrategia global de gobierno de la administración del presidente Peña.

Esto es así porque, después del segundo año de gobierno, es muy difícil impulsar la creación de nuevas estrategias, programas o acciones emblemáticas. Pues si bien es cierto que siempre debe haber lugar pero sobre todo responsabilidad para corregir, no lo es menos el hecho de que cuatro años son apenas suficientes para tratar de consolidar y potenciar lo que se logró en el primer tercio de una administración.

Los próximos seis meses constituyen un reto para la acción del gobierno, pero más todavía para la reflexión; ¿quiénes y cómo saldrán del gabinete para buscar cargos en el Congreso de la Unión?; y más difícil aún, ¿quiénes y cómo dejarán sus cargos para abrir espacios a quienes saldrán del Congreso el próximo año y que han sido leales o funcionales al proyecto de la Presidencia?

Se trata de enroques mayores, porque no debe olvidarse que el diseño de un gabinete es reflejo de la idea del poder de quien es responsable del destino del país. De nada menos que de eso es de lo que se trata y no hay duda que, a partir de este semestre, deberá profundizarse en esta reflexión.

*Investigador del PUED-UNAM
Twitter: @ML_fuentes

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