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viernes, 11 de enero de 2008

Aristegui

Lunes 7 de enero de 2008

Toda democracia requiere, para su consolidación, la existencia de un conjunto de factores que le den viabilidad y garanticen equilibrios y límites a los poderes, tanto institucionales como fácticos y, con ello, evitar limitaciones que atenten a las libertades fundamentales de los ciudadanos.
En efecto, las democracias contemporáneas no pueden entenderse sólo como mecanismos eficaces de disputa equitativa por el poder político, sino como formas de gobierno cuyo objetivo fundamental es garantizar la equidad social en un marco de libertad y de posibilidades de realización plena de todas las personas.

Uno de esos factores depende de la posibilidad de realizar tres derechos consagrados en nuestra Carta Magna: la libertad de expresión, la libertad de creencias y el derecho a la información. Estos tres derechos requieren la existencia de medios de comunicación abiertos, así como estructuras institucionales, para permitir que todo lo comentado en el espacio público pueda decirse en un marco de respeto irrestricto a las posiciones, opiniones y creencias personales.

Una de las principales trabas que tuvieron que sortearse en el proceso de transición hacia nuestra democracia fue precisamente la del control que el Estado intentaba imponer a los medios de comunicación. Y en esa lógica, no puede dudarse que los medios jugaron un papel fundamental en la apertura de espacios políticos, la denuncia de los excesos del poder y la generación de pensamiento distinto.

Por ello, cada vez que se pierde un espacio de debate público, nuestra democracia pierde en calidad y representatividad. Esto es así porque, en sociedades masivas como la nuestra, los medios constituyen o deberían aspirar a constituir, la pluralidad de voces y posiciones existentes en nuestro entorno social.

El espacio radiofónico que conducía Carmen Aristegui cumplía precisamente esto: la posibilidad de que grupos, organizaciones de la sociedad civil e incluso personalidades políticas tuvieran cabida y pudieran expresar, opinar y denunciar temas de enorme relevancia para nuestro país: como el caso de Lydia Cacho, los abusos en contra de niñas y niños de Oaxaca, además de distintas propuestas y varios proyectos de ONG que tuvieron cabida ahí, con la oportunidad de llegar al público que seguía cotidianamente ese espacio.

Sin duda, Carmen Aristegui ha sido en los últimos años, junto con otros periodistas y comunicadores, emblemática en el esfuerzo de hacer un periodismo distinto y ofrecer al público posiciones para la diversidad, la opinión y la expresión de la diferencia en nuestro país.

Hoy es fundamental para nuestra democracia comprender que, los medios de comunicación, si bien constituyen empresas del sector privado, de acuerdo con nuestra Carta Magna y nuestras demás leyes son empresas de un carácter muy especial: permiten dinamizar la economía; ampliar el espectro del llamado “mercado político”; contribuyen al esparcimiento y la diversión de las personas y, sobre todo, son los espacios más importantes para garantizar la libertad de expresión; en síntesis, cumplen con una función social irreemplazable. Empero, en el momento en que los medios renuncian a estas tareas pueden convertirse en aliados de intereses contrarios al interés público, al que, de acuerdo con nuestro marco jurídico, se deben.

En un marco de polarización social como el que estamos viviendo, nada ayuda más que contar con más medios de comunicación; más espacios para la expresión de la diversidad y, así, al mismo tiempo, con mayores espacios para el encuentro y la resolución de controversias mediante el arma más poderosa de las democracias: el diálogo y el pensamiento crítico.

Debe esperarse que los medios de comunicación puedan asumir que su credibilidad está en función directa de la pluralidad y la diversidad a las que dan cabida. Y habrá que esperar también que Carmen Aristegui, junto con la enorme cantidad de periodistas que desempeñan su tarea con dignidad y probidad, sigan contando con espacios para la reflexión y con el fin de seguir dando voz a quienes padecen violaciones a sus derechos humanos más elementales.
Publicado en el Periódico Excélsior http://www.exonline.com.mx

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