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viernes, 25 de abril de 2014

Gigantes que se van

Excélsior, 21/04/2014

La muerte de un gran pensador nos deja ante una ausencia muy grande, por la falta radical de su potencia creadora en el presente en que continuamos; empero, sería injusto decir que nos deja solos, porque en sentido estricto, nos acompaña su obra, la cual —pensando en Octavio Paz—, como un chopo, nos cobija con su clara sombra. Aun con ello, no puede dejarse de lado la reflexión que hacía Rolando Cordera respecto de la muerte de José María Pérez Gay y José Emilio Pacheco: la muerte de un gran escritor significa una pérdida irreparable, pero la de dos quizá sea demasiado.

Esta semana perdimos al otro gigante de las letras latinoamericanas: Gabriel García Márquez, quien llevó al lenguaje y la imaginación a niveles colosales, al grado tal que, incluso estudios científicos relativos a la memoria, toman como referencia obligada a su obra. Es cierto que Colombia es el país de origen de García Márquez, pero su permanente presencia en México y su inmensa influencia en generaciones de escritores es innegable en nuestro país. De ahí que, particularmente nosotros, sentimos la muerte de uno de los más grandes de la literatura del siglo XX y lo que va del XXI.

Otro aspecto que debe tenerse presente es que, en América Latina, en particular, la mayoría de las y los escritores han tenido una “doble actividad”; por un lado, han dedicado sus vidas a la creación y recreación de nuevos mundos y, con ello, a la constante renovación y vivificación del lenguaje. Por otra parte, han dedicado también buena parte de sus vidas a la crítica del poder y a la defensa de las causas sociales de mayor urgencia; así, la mayoría de nuestras y nuestros escritores relevantes han sido severos observadores de la realidad y, desde su lucidez, han sido siempre faros orientadores en la lucha por construir sociedades cada vez más justas.

No hay duda respecto a que las personas tenemos el reto de estar a la altura de los dilemas de nuestro tiempo; de hecho, hay quienes afirman que una generación puede ser valorada en la medida en que tuvo o no la capacidad de responder a la magnitud de los problemas que le tocó enfrentar. Vivimos en una sociedad profundamente desigual, con oprobiosos niveles de pobreza, en donde millones no cuentan con educación y en la cual la mayoría enfrenta severos rezagos educativos, desde los que pueden medirse en términos de años de escolaridad, hasta los relativos a la calidad de la enseñanza.

Somos un país con millones de desempleados y con muchos más en condiciones de informalidad, y en donde también millones carecen de servicios de salud y de acceso a bienes tan preciados como el agua limpia. Es frente a este desolador panorama en donde más se extraña a mentes brillantes como las de Reyes, Paz, Fuentes, Castellanos, Henestrosa, Arreola y toda la generación de enormes pensadores que se están yendo poco a poco, como resultado del inefable paso del tiempo. Necesitamos más, muchas más inteligencias dándonos claridad para fijar nuevos rumbos, para imaginar y construir nuevos mundos, nuevos ideales de país, nuevas fronteras qué cruzar, porque de eso se trata la vida: de vivirla con intensidad y esperanza, y de eso, vaya que saben quienes viven la fortuna de ser tocados por las Musas.

*Director del CEIDAS, A.C.
Twitter: @ML_fuentes

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