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viernes, 25 de abril de 2014

La República y la historia

Excélsior, 24/03/2014

El 21 de marzo, como casi todos en nuestro país lo saben, se conmemoró un aniversario más del natalicio del presidente Benito Juárez. Al respecto, es pertinente destacar que este año se cumplen 157 años de la gesta de los héroes de la República mediante la cual se logró, de acuerdo con Mario de la Cueva, la consolidación del Estado mexicano. Pensar la historia es ir más allá de la rememoración del evento, se trata, sobre todas las cosas, de tener presente cuáles fueron las motivaciones y anhelos que animaron la acción personal y social de quienes nos antecedieron y, en el caso de don Benito Juárez, se trata de uno de los personajes de mayor trascendencia para nuestro ser nacional. Juárez representa una vocación: la de la patria.

Y esto significó, en su tiempo, un infinito compromiso con el anhelo de tener un país independiente, una República cohesionada en torno a un proyecto nacional compartido por todos. De hecho, él mismo, en su ser indígena, comprendió que la mayor misión de las instituciones republicanas no podía ser otra sino la búsqueda de la igualdad y la inclusión. La defensa nacional que llevó a cabo Juárez se cimentó en la plena convicción de que no hay justificación alguna para someter a todo un pueblo a los designios de reducidos grupos de poder que buscan mantener privilegios y prebendas a costa del bienestar de los demás.

El doctor Bernardo Kliksberg señala, en un reciente artículo en la revista México Social, que más de 90% de la riqueza generada mediante la recuperación, luego de la crisis del 2008-2009, fue a parar a manos de los ultrarricos a nivel global. Nos dice también Kliksberg que las ganancias acumuladas por los 300 millonarios más acaudalados del planeta ascendieron, en el 2013, a más de 524 mil millones de dólares. Más aún, nos dice que hay dos mil superricos que acumulan alrededor de 150 millones de dólares, cada uno de ellos. Para cerrar el círculo, habría que decir que, en América Latina y, particularmente, en México, viven varios de esos dos mil superricos, lo cual no es sino reflejo de las profundas estructuras de desigualdad que siguen imperando por todas partes.

Esta grosera desigualdad es la que nos debe llevar a recuperar el impulso de la historia, a comprender que la República, como proyecto de vida democrática sustentada en el cumplimiento de los derechos humanos, es un proyecto que está muy lejos de verse realizado, y que si una responsabilidad histórica tenemos, ésta no es otra sino la de contribuir cabalmente, en lo que le toca a cada quien, a la consolidación de una República social.

La historia no es un “libro de recetas” para retomar las medidas que se impulsaron hace tiempo es, en contraste, un campo fértil de enseñanza ética y política; porque de lo que se trata, en todo caso, es de retomar las vidas ejemplares de quienes asumieron a cabalidad el liderazgo en la defensa del bienestar colectivo. Rememorar al presidente Juárez y a toda su generación es, pues, mucho más que un evento que marca el calendario de las efemérides nacionales. Es un ejercicio obligado con el ánimo de abrevar de la solvencia ética y política que, afortunadamente, nos alcanza todavía a través del tiempo.

*Director del CEIDAS, A.C.
Twitter: @ML_fuentes

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