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viernes, 25 de abril de 2014

Migración: el drama de la globalización

Excélsior, 31/03/2014

Desde que en la década de los 90, en el siglo pasado, se proclamó el triunfo de una nueva “era globalizada”, que dejaba atrás al mundo bipolar de la “Guerra Fría”, hubo expertos, en todas las ramas del conocimiento, que alertaron de inmediato también de la aparición de una nueva era de migraciones, originadas fundamentalmente por dos causas. La primera de ellas: el cambio climático y las consecuencias medioambientales que se están generando en amplias regiones del planeta; de hecho, el astrofísico Carl Sagan advertía de la aparición de lo que en su momento denominó como “los refugiados ambientales”, es decir, legiones de personas que se ven obligadas a dejar definitivamente sus lugares de origen porque, como resultado de las afectaciones climáticas, simplemente ya no pueden vivir ahí.

La segunda se encuentra en un fenómeno político-económico global: la concentración de la riqueza planetaria en unas cuantas manos y el empobrecimiento masivo de la población, lo cual se ubica en un contexto de desigualdad cuyas proporciones difícilmente se habían presenciado en otras etapas históricas. Bernardo Kliksberg nos dice que en el año 2013, podían contabilizarse alrededor de dos mil súper ricos, cuyas riquezas promedio se ubicarían en aproximadamente 150 millones de dólares para cada uno de ellos; en contraste, habría al menos cuatro mil millones de personas viviendo —sobreviviendo, habría que decir— con menos de dos dólares al día.

En este escenario, el Informe Mundial sobre las Migraciones 2013 muestra que no hay consenso en torno al número de personas que han migrado. El PNUD estima que son más de 85 millones de personas que han cambiado de país de residencia, moviéndose del sur hacia el norte; mientras que el Banco Mundial estima la cifra en 95 millones. El asunto tiene desde hace mucho un carácter dramático, y cada vez es más común ver en las imágenes de la televisión, pero también, cada vez más en las redes sociales, a personas literalmente perdiendo la vida, en sus desesperados intentos por llegar a países distintos al suyo, en la búsqueda de condiciones mínimas de bienestar.

No hay ninguna región en el mundo que escape a esta realidad; así como no hay tampoco una respuesta ética ante la desigualdad planetaria y la injusticia de la que son víctimas millones de seres humanos. Lo peor del tema es que, en la lógica perversa del modelo globalizador que nos ha sido impuesto, se ha dado pie al resurgimiento de los nacionalismos más peligrosos, al tiempo que los países que habían apostado en las últimas décadas por modelos de Estados bienestaristas están virando el timón y han generado una serie de políticas restrictivas que, en la mayoría de los casos, son alentadas por poderosos grupos de presión política y económica, cuya principal motivación se encuentra en el racismo y la xenofobia.

Lo evidente es que si hay una agenda que muestra el carácter excluyente de la globalización es precisamente la agenda de las migraciones, frente a la cual, tenemos el reto de construir un nuevo modelo de gobernanza de la globalidad, sustentado en un consenso ético global centrado en el abatimiento de la desigualdad y la reducción inmediata de la pobreza, porque de ello depende, sin duda, la posibilidad de que la migración se convierta en una decisión verdaderamente voluntaria.

*Director del CEIDAS, A.C.
Twitter: @ML_fuentes

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